DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS - страница 9
_Ese Plomo no es fácil_ se compadeció Bety.
_ ¿Qué plomo?_ pregunté ingenuo
_Luis, le dicen el Plomo y no es por lo pesado que es. Dicen que se manda mal, está más que bien dotado. Amarilis lo sabía y quería probarlo, alardeaba que ella sí se la disparaba completa y mírala ahora cómo va.
Aquel comentario sobre dimensiones fálicas, el sobresalto, el efecto del alcohol y un poco de complejo de inferioridad hizo que se me enfriara hasta el alma. Las otras parejas también salían del agua y los imitamos. Nuestras mentes, ahora más lúcidas después del chapuzón nos forzaban a enfundarnos en los comunes pitusas descoloridos. Amarilis ni atrás ni alante quiso volverse a unir al grupo y las muchachas solidarias la acompañaron de vuelta, unos cincuenta metros delante de nosotros. Los varones acabamos de despachar la botella y empezamos a darle cuero al Plomo y cuero y cuero hasta que el tipo se decidió a hablar, que no, que no se la pudo meter, que cuando ella vio cómo era la cosa comenzó a recular y que no, que no. Ni siquiera la pinchó.
Al otro día coincidí casualmente con él en el baño y al verme mirarle de soslayo su aparato me soltó.
_Unos porque quieren tenerla más grande, y a mí porque me sobra un pedazo.
Tenía el rabo más largo que jamás en mi vida vi, nueve pulgadas en reposo, catorce y media parado. Yo no lo medí, me lo contó él y por lo que se apreciaba no debía haberse equivocado.
_Compadre, pero a usted hay que cambiarle el apellido, en lugar de Luis Maldonado eres Luis Biendonado.
_ ¡Ah, no jodas, tú también me vas a dar cuero!_ me dijo desconsolado.
_No mi herma, no es cuero. Alégrese de ser así, siempre es mejor que sobre y no que falte, además lo suyo tiene solución.
_ ¿Verdad?_ en su rostro se notaba alegría y esperanza._ ¿Cuál es la solución?
_Ponerte un pañuelo amarrado en el tronco del rabo como si fuera una arandela.
Tuve que salir de allí a millón porque el muy degenerado me lanzó no un cubo de agua, sino el mismísimo cubo por la cabeza, y era de zinc galvanizado.
Más tarde un sol juliano, tropicalísimo y achicharrador se ensañó en nuestras espaldas juveniles y trasnochadas mientras guataqueábamos unos interminables surcos de caña nueva. Con la resaca de la noche anterior y el cansancio del viaje parecíamos verdaderos zombis, los pesados azadones se levantaban arrítmicos y cansones, mientras nuestra ilusión se centraba en el remoto final del campo, donde un incitador y frondoso mamoncillo esparcía una sombra grande y fresca. Luis, Fidel y yo fuimos los primeros en llegar a él y a pesar de no haber hecho mucho hincapié en cumplir la faena con calidad sentía en las manos el escozor de las incipientes ampollas. A las muchachas las habían mandado a unos semilleros distantes de nuestro campo, por lo que nos sentíamos aún más abandonados y desalentados. Apoyamos las espaldas en el tronco rugoso, a lo lejos los otros sufrían aún bajo el sol.
_Que lo aprovechen bien, porque en Diciembre y Enero cuando los coja el frío de la Sóviet van a llorar por un poquito de sol.
El Plomo me miró sonriendo.
_Algunos, porque yo voy para Alma Atá y allá dicen que se mete un calor de más de cuarenta grados. Peor que este.
_Entonces vamos a solidarizarnos contigo y nos quedamos aquí a la sombra_ sugirió Fidel_, y hablando de sombra. Plomo, necesito que me tires un cabo. Tú sabes que estoy puesto de lleno para Olga, pero veo que le han disparado más de veinte tipos durante todo el curso y ninguno ha podido sacarle el sí. Tú eres socito de ella, ponme una piedra compadre, a ver si paso estos días como se merece.