DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS - страница 21
Realmente la noticia lejos de asustarme me alegró, quería poner en orden mi vida y ahora recibir así de sopetón, a mí que extrañamente llevaba una vida sexual demasiado pacífica, a un hijo ya nacido y una esposa joven y bonita me pareció en verdad un regalo de Dios. Ahí mismo se lo hice saber, que lo asumía todo, que se considerara casada informalmente hasta que lo hiciéramos ante un notario. Me dio mucha lástima cuando me contó la cantidad de veces que había soñado con este encuentro, para más desgracia había perdido mi dirección y no imaginaba siquiera como podría localizarme. Un poco apenaba me comentó que al niño le había puesto mi nombre. Me atreví y la besé levemente, pero ella, parece que por la emoción y tanta desesperación acumulada respondió con una succión prolongada que casi me deja sin aliento.
No salía de su asombro, decía que nuestro reencuentro era milagroso, pues aquella era la primera vez que hacía el viaje al centro de la Habana después del parto y no imaginaba ya tener la más remota posibilidad de hallarme.
La llevé de inmediato a conocer su futura casa y le encantó. No cesaba de alabarme por mi suerte y yo le prometí formalmente que mi suerte era la suya. Hicimos el amor apasionadamente, solo que reprimiendo los deseos de gritar, pues aún no había oscurecido y muchos vecinos rondaban por el pasillo del solar. Esa misma noche en un taxi fuimos hasta Boyeros, donde estaba viviendo y regresamos con el niño y todas sus pertenencias.
Pronto el chiquillo, que como era un Rey pequeño le decía Príncipe, se acostumbró a mí y comenzó a llenarme de emociones, caricias y tibias meadas diurnas y nocturnas. Más trabajo pasó Bety para acostumbrarse al solar, le molestaba la música alta casi a todas horas, los frecuentes toques de tambor, el ruido del dominó, el orine de los perros en el pasillo. En fin que lo que había comenzado como un nido de paz y armonía poco a poco se fue convirtiendo en un caos. Se enemistó con varios vecinos que conmigo se llevaban mamey y me vi obligado a hacer de árbitro en unas cuantas discusiones. No sé si por eso le cogieron ojeriza y empezó a sentirse mal, mareos, dolores de cabeza, nerviosismo y todo se lo achacaba a la brujería.
_Eso es un polvo que recogí, Rey, no seas bobo muchacho, si yo nunca me había sentido nada de esto.
Le entró entonces la locura de permutar y empezamos a oír proposiciones. Quería irse para Alamar, pero a mí aquello no me gustaba, le propuse buscar algo en Boyeros, cerca de su pariente y me respondió que ni loca. Decidimos hasta tanto apareciera algo que colmara nuestros gustos en común dar un viaje desestresante a Camagüey, a pasar unos días entre los suyos y aproveché la ocasión para montar por primera vez en avión, un YAK-40 que en cuarenta minutos nos llevó a la tierra de los tinajones. Miles de añoranzas recorrieron al trote mi mente mientras veía desde el aire los contornos de la vieja ciudad ¿Dónde estarían a estas horas Ricardo, el Plomo, Fide y todos los demás? ¿Estaría aún en la Universidad Layanta Palipana,el que me compró la guitarra? Me prometí que si me quedaba tiempo pasaría por allá.
Sin embargo a los tres o cuatro días de estar allí me entró un culillo por regresar a la Habana que no se me quitaba ni atrás ni alante. Bety, que se recuperaba visiblemente de sus malestares no quiso volver tan pronto de ninguna manera, por lo que agarré mi vieja mochila y salí para la terminal de ómnibus.