La frequenza dell'universo - страница 4
Brad reflexionó. No estaba seguro de creerle al viejo, pero algo en sus palabras sonaba convincente. Tal vez no era solo una teoría de la conspiración, sino una advertencia que valía la pena escuchar. Brad comenzó a visitar la fuente con más frecuencia para hablar con el viejo, haciéndole preguntas sobre el futuro, la naturaleza y lo que se podía hacer para cambiar algo.
El viejo, por su parte, veía en Brad a alguien que quizás podría llevar sus ideas a otros. Le decía:
– Tú, Brad, eres uno de los pocos que puede ver más allá de su propia nariz. Pero recuerda, incluso cuando todo parece perdido, siempre hay una oportunidad. Una oportunidad de cambiarte a ti mismo, y a través de ti, el mundo que te rodea.
Y aunque la mayoría de la gente seguía sin tomar en serio al viejo, Brad comenzó a notar que su propia visión del mundo estaba cambiando gradualmente. Empezó a pensar más en la naturaleza, en sus acciones y en lo que cada persona podía hacer para mejorar un poco las cosas. Tal vez el viejo era extraño, pero sus palabras, como semillas, comenzaron a germinar en la mente de Brad, y quién sabe a dónde podrían llevarlo…
El viaje al supermercado.
En un sábado, Emma, como de costumbre, se subió a su coche para ir de compras. El día estaba cálido, casi perfecto para ese tipo de tarea. El sol brillaba suavemente a través de las ligeras nubes, y la ciudad estaba viva con su rutina habitual: las cafeterías en la calle principal estaban abiertas, el aroma del café recién hecho se percibía en el aire, y los niños jugaban con una pelota en el parque, riendo y gritando. Una ligera brisa traía consigo el olor de la hierba recién cortada y de los frutos secos fritos de un puesto en la esquina, creando un acogedor ambiente de día de descanso.
Emma encendió la radio, sintonizando su emisora favorita, y se dirigió por la ruta conocida. Planeaba hacer algunas compras en el supermercado, y luego, quizás, parar en una cafetería para tomar un café y descansar un poco. Pero sus planes cambiaron drásticamente cuando su coche se detuvo repentinamente en medio del camino. Intentó encenderlo nuevamente, pero el motor solo dio unos débiles intentos antes de callarse por completo.
Emma suspiró, dándose cuenta de que su viaje al supermercado se había convertido en un verdadero problema. Bajó del coche, lo inspeccionó, pero al no tener conocimientos especiales en mecánica, pronto comprendió que no podría hacer nada por sí misma. Llamó a un taller cercano, donde le prometieron ayudarla lo más pronto posible.
Detrás de ella llegó James en su remolque, enorme y reluciente, como si acabara de salir de fábrica. Él era su viejo amigo, y cuando Emma le llamó en pánico, él, sin dudarlo, dejó todo y acudió en su ayuda. James siempre fue así: confiable, listo para ayudar en cualquier situación. Su remolque, al que cariñosamente llamaba "El Monstruo", era su orgullo y su fuente de ingresos, pero hoy se convirtió en el medio de rescate para Emma.
Él salió de la cabina, sonrió con su amplia y amable sonrisa y dijo:
– ¿Qué pasó, Emma, metiste la pata de nuevo? Emma rodó los ojos, pero sonrió en respuesta.
– No empieces, James. Simplemente el coche decidió que hoy no era su día.
Emma se sentó en la cabina del remolque, sintiéndose un poco avergonzada por haber distraído a James de sus deberes. Pero él, como siempre, estaba tranquilo e incluso bromeaba en el camino, contando historias divertidas de sus viajes. Emma no pudo evitar reírse, a pesar de todos los contratiempos de ese día.