Nueve signos de que eres el elegido - страница 5



En esa noche, mientras Antón regresaba a casa, todo parecía transcurrir con normalidad. Estaba pensando en el día siguiente, en las tareas que tenía por delante, cuando, de repente, su coche empezó a ganar velocidad en una pendiente empinada. Antón presionó los frenos, pero el coche no respondía. Los frenos habían fallado.

El pánico lo envolvió de inmediato. Apretó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos, tratando de mantener el control del coche, pero lo único que podía ver frente a él era la intersección que se acercaba rápidamente, llena de coches. Su mente se llenó de miedo y todo a su alrededor comenzó a desdibujarse en un torbellino de terror creciente. "Esto no puede estar pasando", pensó, "¡todo debía estar bajo control!"

Su corazón latía tan fuerte que parecía que estaba a punto de salirse de su pecho. Una voz interior repetía insistentemente: «Este es el final. No puedes hacer nada». Antón quería gritar, pero de repente sintió que la realidad a su alrededor comenzaba a ralentizarse. El tiempo, como si se detuviera.

Fue en ese preciso momento, cuando el mundo parecía haberse congelado en una tensa espera, que su conciencia se dividió en dos. Vio dos realidades. En una, su coche corría hacia la colisión, aplastándose en un amasijo de metal en el cruce. Podía sentir cómo su vida en esa realidad llegaba a su fin. La segunda realidad era diferente: estaba llena de una posibilidad de salvación, un rayo de esperanza. En esa versión, de alguna manera había evitado la catástrofe. ¿Pero cómo? ¿Cómo elegir el camino correcto si todo parecía llevar a un desenlace fatal?

Esas dos realidades eran tan claras que Antón podía casi sentirlas físicamente. Era como si estuviera de pie en la encrucijada de dos caminos, uno que lo llevaba a la muerte y otro a la salvación. El mundo a su alrededor se había ralentizado tanto que podía ver cada detalle con una nitidez asombrosa: las luces de los coches, el movimiento de los demás vehículos, sus propias manos temblorosas en el volante.

En ese instante, Antón sintió una inexplicable posibilidad de elección. Recordó la conversación con su amigo, cuando éste le dijo: «La realidad se puede cambiar si así lo decides». En ese momento, Antón había sonreído con escepticismo, pero ahora, frente a la muerte, tenía que tomar una decisión. No le quedaba más remedio que creer en ello. Se concentró en elegir el camino de la salvación.

Su mente se aclaró por un instante. Dentro de él surgió una sensación de que realmente podía alterar el desenlace. Respiró profundamente y, mentalmente, se centró en la idea de salir de esa situación con vida. «Voy a salir de esto ileso», repetía una y otra vez en su cabeza. Se obligó a creerlo.

El tiempo aún transcurría lentamente. Parecía que habían pasado minutos, aunque en realidad solo eran segundos. Antón mantenía en su mente una única idea: «Voy a salvarme. Lo lograré». En ese instante, su conciencia dio un giro abrupto, como si hubiera saltado de una realidad a otra.

Y entonces sucedió algo increíble. El coche que venía detrás de él de repente lo golpeó por detrás. El impacto fue tan fuerte que lanzó su coche a otro carril. Fue inesperado y sorprendente, pero justo ese empujón lo sacó de la trayectoria de la colisión con los coches en el cruce. Su coche se detuvo bruscamente en el arcén.